La semana pasada el mundo de internet se vió virtualmente sacudido por la propuesta SOPA presentada en el congreso de los Estados Unidos. Y, como la famosa Mafalda de Quino, el mundo entero dijo "no a la SOPA".
A primera vista, parece bastante incongruente que el mundo capitalista, que defiende a ultranza la propiedad privada, defienda ahora la propiedad pública.
El argumento pro-SOPA es relativamente sencillo: Si alguien, algún autor en particular, produce una obra, tiene derecho a gozar de las regalías de su distribución comercial. Por lo tanto, si alguien goza de esa obra, sin pagar por ella, genera un daño -al autor y a la cadena de distribuidores- equivalente al monto de la venta no realizada, por haber sido sustituida por un acceso pirata a esa obra.
Hasta aquí, el argumento parece impecable. Parece.
En primer lugar, dejemos claro que las cifras multimullionarias que manejan los pro-SOPAS relativas al daño causado son totalmente irreales: La inmensa mayoría de los que adquieren mercancía pirata no adquirirían esa mercancia si tuvieran que pagar los precios que por ella piden los productores de la mercancía "legal", llámese ésta bolsas Louis Vitton, pistas musicales de The Beatles, o poemas de
Benedetti, por mencionar sólo algunos casos.
Por otro lado, recordemos que la propiedad intelectual es un invento relativamente reciente. Desde Sócrates, que estaba convencido de que escribir sus obras iba en contra de la libertad que da el diálogo, hasta autores como Beethoven, Gaudí o Rafael Alberti que lejos de buscar la propiedad privada de sus obras buscaban, como casi todos los artistas, la difusión de éstas.
De hecho, Alberti cuenta -muy orgulloso del hecho, por cierto- que pasó por una casa donde la mujer escuchaba su famoso poema "La Paloma" (Se equivocó la paloma, se equivocaba...) en voz de Serrat.
Le preguntó si le gustaba ese poema y la mujer le respondió que sí, que le encantaban los poemas de Machado.
Alberti se fue, encantado de que su obra pudiera ser confundida con la del poeta sevillano.
El mismo Machado decía, palabra más, palabra menos, que los poemas lo eran más cuando se separaban de su autor.
Dejando un poco de lado la poesía, regresemos a la historia del mundo: Los avances científicos, técnicos, literarios y musicales, se han ido construyendo sobre avances anteriores: El avión-jet no pudo diseñarse sin el conocimiento adquirido al diseñar aviones de hélice. Los aeroplanos se pudieron construir gracias a los avances en los motores de combustión interna de los automóviles. A su vez, los automóviles tomaron impulso a raiz de las máquinas de vapor. Éstas de las máquinas simples de la física y de la rueda.
No se puede privatizar el conocimiento por la sencilla razón de que, en el cerebro humano, se vuelven indistinguibles las ideas propias de las adquiridas. Yo mismo, al escribir ésto, seguramente estoy tomando ideas de otras personas. Recuerdo, a bote pronto, no sólo las poéticas ideas de Machado y Alberti, sino las descripciones de la mente que brillantemente hacen Minsky y Volpi.
La legislación actual determina, con total arbitrariedad, que pasado cierto tiempo el conocimiento se vuelve del dominio público. De memoria, creo que son diez años para patentes medicinales, y cien años para obras literarias. Compartir información en la red la vuelve, automáticamente, de dominio público: cualquiera puede acceder a ella.
Y de la misma manera que puedo prestar -físicamente- un libro o un disco a una persona para que lo disfrute, sin por ello violar ningún código de propiedad intelectual, puedo compartir música con mis amigos en la sala de mi casa o leer un libro en voz alta.
Internet no es otra cosa que un extraordinario medio de comunicación, que permite "virtualmente" estar cerca de otras personas que físicamente no lo están: he agrandado la sala de mi casa.
Y en esa gran sala virtual, puedo igualmente compartir música, libros, o cualquier otra cosa. Vivimos ya en la aldea global de McLuhan.
Y nadie, absolutamente nadie, me puede prohibir que comparta mi conocimiento, mi sentimiento, con quienes me rodean, así sea de forma virtual.
Esto lo hemos reconocido quienes participamos de forma activa en las diversas formas de OpenKnowledge (Open Source, Wiki-lo que sea, Copy Left, etc.)
Sorprende que una sociedad, como lo son las anglosajonas, que basa su derecho en el uso, pretenda ahora imponer una regulación en contra del uso.
Si el uso ha desafiado los derechos de autor, ¿no valdría la pena, más que proteger esos derechos, cuestionar seriamente su validez?
A final de cuentas, como dije más arriba, los derechos de autor son una invención mas o menos reciente.
En Financial -Science estamos totalmente comprometidos con el conocimiento compartido. Por esa razón, las soluciones que desarrollamos son totalmente abiertas y transparentes. Además, eso nos representa el reto de mejorar esas soluciones continuamente para seguir siendo competitivos, no sólo con otras entidades, sino con las capacidades que nosotros mismos damos a nuestros clientes.
Finalmente, no queda más que justificar el título de esta colaboración:
¿Qué tiene que ver con la sopa, con la mota y la coca? Nada, podría decir alguien, a menos que la sopa sea de hongos.
Pero veamos: El asunto SOPA, a final de cuentas, trata de una legislación arbitraria en contra de los usos.
La prohibición de producir y vender drogas es igualmente arbitraria. Pero no sólo es arbitraria sino inútil y perversa.
No se puede prohibir sólo un lado de la transacción: no se puede prohibir la venta y permitir o tolerar el consumo. No se puede combatir el tráfico sin combatir el consumo. Es inútil ir en contra del uso.
Valdría más la pena cuestionar seriamente la validez de la prohibición.
Ni el tabaco ni el alcohol están prohibidos. Quienes tienen esos vicios no lo ocultan y eso facilita su tratamiento. Además, permite a quienes consumen esos productos, sin ser por ellos adictos, seguirlos consumiendo.
Además, al dejar de ser una actividad prohibida, se acabaría con la violencia directa que genera. Se podrían enfocar los esfuerzos a combatir la violencia indirecta. De la misma forma que hay alcoholímetros, podría haber cocámetros o motámetros. ¿no cree usted?